Por el balcón de mis sueños me asomo en los púrpuras y humeantes horizontes de mi imaginación. Tumbado y ebrio de nostalgia por amargos » si hubiera» y oxigenantes «podrías», entorno la mirada desasosegado buscando las sensaciones y experiencias que colmen de bienaventuranza mi sed.

La soledad se siente a veces como una canción y un baile que no puedes compartir , es como contener con frustración todo el amor y la celebración que te gustaría saborear. No es la soledad de no estar con nadie, es la soledad de no estar como y con quién te gustaría estar, es la soledad que tiene el color que dejan las sombras de las inmensas ilusiones que el alma esboza con su juguetona inocencia.

Cuando caigo preso del letargo, mi cuerpo se paraliza y mi mente divaga enjaulada y lucho por respirar un aire que está lejos de mi, a millas intangibles de mi, que recorro en un tiempo que no existe y que no es el no- tiempo de un ahora pleno sino el ahogo de un lobo blanco que zigzaguea en un sótano gris.

El aburrimiento siempre fue el motor de mi vida, me impulsó a no desperdiciar mis ganas de vivir y disfrutar , y mi energía vital en el estancamiento del miedo, siempre me azuzó para desesperarme hasta que no me quedara otra que aprender a navegar la espera, esa espera de un no sé qué que conozco y a la vez es sorpresa, esa sorpresa que esa «ella» sin nombre y que en tantas miradas vi porta.

Y cuando no supe esperar salí a buscar y a veces encontré, otras me calmé y otras me destruí mientras deambulaba ciudades que se convertían en desiertos de frío.

Invoco al deseo de placer y felicidad que hay en ti hasta que no sepas distinguir el uno del otro, hasta que la felicidad la sientas como ese placer burbujeante que rebosa en las células del infinito universo que eres.

Invoco a que lo escuches y convirtamos todos este mundo en la agradable bacanal que supone el consentimiento y el permiso que nace de atrevernos a hacer de nuestra vida la gloriosa y suprema manifestación del hedonismo artístico, espiritual ,corporal y amoroso, todo ello fundido en el encuentro que surge cuando después de espiar esos amantes por la ventana con inquieta envidia, de repente giras y ves a tus amigos y amigas, a tus amantes y quién sabe si el amor de tu vida que es este momento entrar por la puerta de tu casa y prender el altavoz de la música de aquellos que no se olvidaron que están vivos y que los torrentes de su sangre son la alegría de un inextinguible y refrescante volcán de amor, sinónimo viviente y eterno del éxtasis.

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