DULCE BOCANADA BLANCA

Nos metimos juntos en la oscuridad para descubrir la luz…

Nos perdimos en la noche fúnebre, para encender las púrpuras antorchas de los deseos consumados que en su insaciabilidad se saciaban infinitamente.

Nos matamos a gritos de furia, a guerras ciegas, y nos volvimos a abrazar sin palmaditas, con suave y tierna profundidad.

Nos enjaulamos en cárceles mentales y aporías que jamás existieron en realidad… Para descubrir lo que es volar suspendidos en la perfección inasible que se abre cuando no sacamos conclusiones sobre lo que pasa.

Bailamos extrañas danzas con la muerte mientras suspirabamos de miedo por no caer en la ruina y alzamos el cuerpo de nuevo respirando a pleno pulmón desgañitando nuestras gargantas cantando los himnos de la victoria de la redención eterna y la celebración.

Ensoñamos paisajes bucólicos mientras tirados en la acera nos consumíamos en la soledad y volvimos juntos a entonar reggaetones de frescura de cachimba de tarta de frambuesa y flamencos de corazón pleno.

Ensoñamos, si, y a veces vivimos el ensueño… De amores furtivos, imposibles, que sólo brillaban posibilidad cuando nuestras miradas se cruzaban y nos fundíamos oceánicamente con el todo sin que nadie existiera más que esa dulce sensación de frescura de encuentro, de mojito, de picardía de pasión.

Caímos, si ,caímos, incomprensiblemente guiados caimos…

Quisimos controlar y al final soltamos lo que nunca cogimos ni pudimos coger, nos relajamos en la libertad que supone no tener que decidir, elegir… Pues aprendimos que sólo existe una elección, posible, real… Entregarse

Todos juntos nos metimos y salimos para volver a entrar de donde nunca nos fuimos, del vientre al aire libre más precioso que existe… El del amor.

Sergio Sanz Navarro

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