A veces sentía que mi vida se escurría por las rendijas del aburrimiento y como mi garganta buscaba el frescor de una cerveza junto a ella. A veces sentía retorcérseme el alma furiosa como el llanto de un bebé, me daba cuenta de que el juicio es lo que me encerraba y esa búsqueda constante de éxtasis e intensidad.
Acudía a cada atardecer en la playa como los devotos dionisíacos a los templos griegos, acudía para partirme en oración, para clamar mis anhelos y desesperaciones ante el ocaso como un potro desbocado y beber de las aguas calmas de lo divino.
Se me daban del revés los pensamientos y se me desnudaban las teorías cuando impetuoso surgía el sentimiento de plenitud de mis entrañas, permitiendo cada regalo, permitiendo cada respiración entrecortada y cada respiración profunda que me llevaba a la paz y al silencio pleno.
Y esta extraña sensación de que estoy escribiendo siempre el mismo poema de miles de maneras distintas, ¡ah, me reprocho la novedad tanto como me exijo el placer contínuo!
¿El retrato de una inmadurez emocional o el respeto por una pulsión de infinito?, ¿el desvarío de un niño que no sabe que hacer o la confesión de una miseria no consumada?, ¿un poema dilatado e inacabado o el frenesí de una fiebre de resaca de un feliz verano? ¿ la espuma fútil y mental de un autoengaño o la débil voz de un vacío?¿el eco de los días sin tregua o la llamada desgarradora del amor infinito ? ¿ sentarme a mirar el paisaje en mi perplejidad o el aire de la tarde que me invita a descansar en el latido del techno que me invita a bailar ?
Y esta gratitud inexplicable mezclada de anhelo y nostalgia, aqui estoy fuerte y sereno, respirando en mi… respirando en ti…
Sergio Sanz Navarro