Las noches en Marbella se tornan jazz de acuarela de luna, el viento corre por la habitación mientras el agua de la piscina chapotea y me relaja y yo me inspiro mirando, dejándome caer por las rendijas del pensamiento hacia una danza contorneante que me cosquillea por dentro como una bienvenida juguetona al paraíso de mi alma, la vida me mece como las olas del mar y todo se afloja en mi.
Tic tac, vaivén de sensaciones, augusta y caleidoscópica mirada de atardeceres sin nombre que me vuelas de mis entelequias y me llevas a tus veleidades.
Paseo por los contornos de la playa como un cosmonauta lo haría por los mundos blancos de planetas silentes y lagos de paz, camino sereno y despacio contemplándolo todo y dejándome llevar por los sueños giróvagos de las sensaciones que me embelesan y embriagan con sus licores etéreos hechos del rocío del paraíso del que bebo.
Aire limpio, perfume de piel recién bañada y un sin fín de poemas flotando , átomos líricos que disuelven la neutralidad y bailan con todo al son de el «sí» de la vida, una celebración de los sentidos que me maravilla y me sorprende, pura gratitud.
Voces de mujeres de frecuencia sublime, modulaciones y ecualizaciones espontáneas se despliegan en mi consciencia y todo se vuelve nítido, transparente, erótico, y yo no sé que hacer ante tanta relajación, ante tanta inspiración, ante tanto derroche de amor.
Sergio Sanz Navarro